A ese insomnio espeso, que con tanta asiduidad me visita.
Un día,
y día tuvo que ser,
pues en la noche todo lo veo,
ese día
me mordió la vigilia.
Las noches nacen animosas:
pijama, pastillas, pis,
sábanas, suspiros.
Pero el veneno se extiende,
por las piernas,
los brazos,
la nuca,
como hormigas descalzas.
Si el silencio hablara,
diría cuánto le molesto.
¿Algún pastor en la sala,
que se lleve estas ovejas?
Mi cabeza rueda sin guillotina,
y mi sueño,
como el cuerpo de María Antonieta,
ya no pesa,
lo dejé atrás,
olvidado.
La ventana sigue ahí,
por más que la ignoro,
y permite que el aire
arranque las fusas
y las semicorcheas
de las nanas.
Heredero de Casandra,
toda la noche presintiendo el amanecer
y nadie me cree.
La noche dejó de ser oscura,
silenciosa,
breve.
Hoy, alumbra sonidos eternos.
y día tuvo que ser,
pues en la noche todo lo veo,
ese día
me mordió la vigilia.
Las noches nacen animosas:
pijama, pastillas, pis,
sábanas, suspiros.
Pero el veneno se extiende,
por las piernas,
los brazos,
la nuca,
como hormigas descalzas.
Si el silencio hablara,
diría cuánto le molesto.
¿Algún pastor en la sala,
que se lleve estas ovejas?
Mi cabeza rueda sin guillotina,
y mi sueño,
como el cuerpo de María Antonieta,
ya no pesa,
lo dejé atrás,
olvidado.
La ventana sigue ahí,
por más que la ignoro,
y permite que el aire
arranque las fusas
y las semicorcheas
de las nanas.
Heredero de Casandra,
toda la noche presintiendo el amanecer
y nadie me cree.
La noche dejó de ser oscura,
silenciosa,
breve.
Hoy, alumbra sonidos eternos.
Juan Moyano Tórtola, mayo de 2013
Taller de poesía.
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