escapando de puntillas
en mitad del alboroto,
descalza de paz y risas.
Lleva la boca cerrada
para no sembrar mentiras,
el corazón empapado
en lágrimas derretidas.
Mira detrás de la luna
en busca de una salida,
una puerta algodonada,
una muralla rendida,
y va arrancando recuerdos
de su memoria cobriza,
y lanza al fondo del mar
los pétalos de la ira.
Quiere encontrar el sosiego
entre los pliegues del día,
pero tan solo hay rencor
y la sombra de una brisa,
sin refugio ni reposo,
la soledad se pellizca
en la carne de un poema
tembloroso de fatiga.
La soledad ya regresa
del barranco de la esquina
donde asomó la cabeza
en un vértigo suicida,
con una maleta amarga.
con una ronca sonrisa.
En la aridez de sus ojos
todo llanto descarrilla
con los acordes de un mundo
perfumado de ceniza.
y va arrancando recuerdos
de su memoria cobriza,
y lanza al fondo del mar
los pétalos de la ira.
Quiere encontrar el sosiego
entre los pliegues del día,
pero tan solo hay rencor
y la sombra de una brisa,
sin refugio ni reposo,
la soledad se pellizca
en la carne de un poema
tembloroso de fatiga.
La soledad ya regresa
del barranco de la esquina
donde asomó la cabeza
en un vértigo suicida,
con una maleta amarga.
con una ronca sonrisa.
En la aridez de sus ojos
todo llanto descarrilla
con los acordes de un mundo
perfumado de ceniza.
Juan Moyano Tórtola, abril de 2013
Taller de poesía
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