Aún lleva el aire un olor perverso,
un sonido despiadado y áspero,
el bramido de la muerte
con voz de pólvora.
Es el rezo iracundo y blasfemo
del fanatismo secular
que difunde su credo
en manantiales de sangre.
Es el perdón amargo,
el ayuno, el sacrificio,
la verdad revelada,
el símbolo sagrado,
la palabra ancestral,
el tránsito aciago,
un milagro sin causa,
la mismísima vida eterna.
Es todo eso hecho fe,
y en su nombre,
y en el del amor más elevado,
la espada se hace llamar santa,
la hoguera redime a los sabios,
la pólvora aúlla sus oraciones
esparciendo por el aire
la benevolencia de los dioses.
Juan Moyano Tórtola, noviembre de 2012
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