Nací en el morir del otoño,
desnudo ya el calendario,
las moreras y nogales,
en el madrugar de los atardeceres,
y mis botas de niño
patearon los andrajos del verano,
las semillas del rocío,
alborozadas.
Huí en la tenue madrugada
de los otoños cautivos,
alfombran los olmos el paseo,
apetecible manto de libertad,
entre falsas acacias
y la orilla del río,
erráticos trasiegos
en la funámbula pubertad.
Aprendí nuevos latidos
a la sombra del chopo sin vestir,
el sabor de besos cristalinos,
y al tacto de tu mirada
llora el sauce lágrimas ocres
sobre nuestra enamorada paz,
entre la caprichosa magia
de la luz contenida.
Desempolvé melancolías
al refugio de un roble.
Viento caprichoso,
me traes ramilletes de añoranza
y yo solo alcanzo a respirar
la flor de la escarcha, serena,
envuelta en versos,
arrebujada entre mis soledades.
Cambié barro por lana,
para caldear sonrisas,
oculté entre los abedules
la pereza y la amargura,
regalé abrazos y memoria,
las migajas de mis sueños
alimentan la vida entregada,
la vida que ya no es mía.
Juan Moyano Tórtola, octubre de 2012
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