"Con los pensamientos todo cuidado es poco, algunos se nos presentan con un aire de inocencia hipócrita y luego, pero ya demasiado tarde, manifiestan lo malvados que son." José Saramago

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domingo, 12 de febrero de 2012

LAS NOCHES CON SUS DÍAS

Otro día igual que el anterior. El mismo sonido alertando de que es la hora de ponerse en pie. El mismo cepillo de dientes, el mismo tío somnoliento que me mira de refilón en el espejo. La misma cuchilla de afeitar.
 
Hace frío, es invierno, otro invierno. Otra vez los empujones en el tren, el trayecto entre susurros, las cabezadas que convierten el vagón en un fumadero de opio.

 
Otra vez las mismas carreras de apurados obreros, la misma chica con los mismos tacones y la misma prisa de ayer, de anteayer. La misma puerta cerrada, la misma clave de acceso, el mismo café servido por la misma camarera, hasta puede que en el mismo vaso, qué asco. Las mismas llamadas, los mismos informes. 

 
Otra vez las mismas lentejas, que en casa no se tira nada. El telediario; las mismas noticias, los mismos goles, los mismos discursos, los mismos fascistas atrincherados en la democracia, las mismas guerras con los mismos soldados disparando a niños, los mismos ladrones ovacionados, los mismos políticos hablando sin pedir permiso al conocimiento, repitiendo las mismas mentiras de cada día. El mismo frío para mañana, para el jueves, para el fin de semana.

 
La misma jornada partida, la misma puerta y la misma clave, ¿no la cambié esta mañana?, el mismo trayecto de regreso, ya sin que el sol sirva para alumbrar.

 
Los mismos deberes, las mismas esperas, el mismo libro de Saramago, el mismo pijama, las mismas buenas noches, el mismo insomnio, la misma almohada tratando de dar respuesta a todas y cada una de mis consultas, harta ya de las mismas dudas y quebraderos de cabeza, de los mismos miedos.

 
Así, repitiendo siempre lo mismo, me doy de bruces con el miércoles cuando casi no he visto pasar el martes, porque miro hacia atrás para buscarlo y ya es jueves, y si parpadeo dos veces de asombro ya estamos a viernes. 

 
Qué noches más desaprovechadas para el descanso, cuántos sueños sin soñar, cuántas pesadillas haciendo fila para asustarme en mitad de la madrugada, frustradas porque no pueden despertar al despierto. Tras muchas vueltas a la espera del bendito sopor, rendido a la evidencia del gotelé, mi lado práctico concluye que es mejor escribir los pensamientos que dejarlos huir por entre las rendijas de la memoria. 

 
Y un día, que ya no sé cuál es, Morfeo entra sin llamar, me hace el “hoyito” en la almohada, me arropa y me transforma en un lirón que ha de honrar a su especie. Duermo sin ser consciente de ello, como debe ser.

 
Tras las nubes amanece otro día más. El tío del espejo, menos ojeroso, me mira de frente, no aparta la vista, quiere retarme a un duelo, a ver quien aguanta más sin sonreír. Hoy gana él. Ahí le dejo, despeinado, esperando mi regreso para observar cómo me lavo las manos antes de comer.

 
Unas horas de descanso han hecho que mis uñas crezcan y con ellas puedo rascar cada noticia para ver más allá del titular, puedo arañar mi decepción para que se aleje, puedo clavarme al calendario y paladear un lunes como si de un buen plato se tratase, saboreando cada hora. 

 
Es lo que tiene dormir de un tirón: se restablecen los humores, se agudizan los propósitos y la angustia se da un baño de sedante espuma que la mantiene inerte. 

 
Pero un simple sorbo de café, un boceto de amargura, una palabra más alta que otra, una mirada sin respuesta, una triste duda, y se acabó, todo a la mierda, otra vez lo mismo, los mismos días, las mismas noches. El mismo sueño escondiéndose por los rincones. Otro día igual que el anterior.
 

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