"Con los pensamientos todo cuidado es poco, algunos se nos presentan con un aire de inocencia hipócrita y luego, pero ya demasiado tarde, manifiestan lo malvados que son." José Saramago

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lunes, 14 de noviembre de 2011

INFELIZ LÓGICA LA DEL INSOMNE #2

Aplausos para los candidatos tras el debate. Según la periodista, ambos fueron ovacionados por sus asesores. Un momento, que me agacho a recoger el alma del suelo.

Hay dos ideas que se me arremolinaron en ese momento y que ahora trato de diseccionar:

La primera de ellas evoca el triste servilismo, el más elemental peloteo. Los asesores, cuya función me resulta insondable, regalan los oídos a su jefe al tiempo que premian, de camino, su propia labor, sea cual sea. De ahí obtengo la ruinosa conclusión de que da exactamente igual lo que haya dicho, cómo lo haya dicho y qué influencia pueda tener en el electorado.

La segunda idea es la que más me preocupa. Y es que, a mi entender, cuando alguien se presenta ante un público y actúa. Los candidatos acaban de representar una función teatral, un papel que no es el real, sino completamente ficticio, inventado. Si los aplausos resonasen con motivo de su labor política, es fácil que me uniese a ellos, pero esos vítores son para las promesas, siempre gratuitas y que cada cual puede aderezar como le venga en gana, al gusto de los consumidores, de los electores, sin que tal derroche de palabras tenga la obligación de echar raíces, pudiendo quedarse, como es habitual, en agua de borrajas.

Así, mientras ellos debaten yo me debato entre dudas y dudas, no sobre a quién votar como a si mi voto tiene valor más allá de su conteo una vez extraído de la urna. Tengo la cada vez más aguda sospecha de que mi papel democrático es precisamente eso, un mero papel con una lista de nombres elegida de entre una serie de opciones, muchas veces no por ser la mejor, sino la “menos peor”.

Siempre he defendido que el mejor modo de percibir las cosas con cierto grado de objetividad es mantenerse al margen de organizaciones a las que es preciso vender el pensamiento y, a algunas, casi el alma. Sin embargo, a veces se me ha llegado a pasar por la cabeza entrar en política, como medio para intentar un cambio desde dentro. Luego se me pasan las ganas, más que por la edad que voy calzando, por el temor a encontrarme con una realidad que no me atraiga o, peor aún, me rechace.

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