"Con los pensamientos todo cuidado es poco, algunos se nos presentan con un aire de inocencia hipócrita y luego, pero ya demasiado tarde, manifiestan lo malvados que son." José Saramago

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martes, 28 de agosto de 2012

DOCE MILLONES DE GRACIAS

En agradecimiento a los profesores y profesoras y trabajadores del colegio Padre Mariana que han hecho de mis hijos buena parte de lo que hoy son, y de lo que serán en un futuro que viene demasiado deprisa.


Quise poner en verso doce años de convivencia en el colegio, desde el primer día hasta el último. Quise nombrar en ellos a todos y cada uno de los profesores que habéis educado a nuestros hijos y a cada uno de quienes habéis ayudado a su familia ante dudas y problemas. Quise, lo intenté, pero me di cuenta de que nadie sería capaz de terminar de leer una cantidad tan desmesurada de versos.



Por eso he optado por limitarme a dos simples sonetos, uno por cada primer día de colegio de Iván y Carlos.


Lo que sigue a aquellos primeros días es parte de nuestras vidas, una parte deliciosa.

Si Iván empezó su primer día con África encabezando la fila que lo llevaba a la clase de tres años, Paqui le abrió el mundo de las letras y los números hasta los cinco, y lloró en una graduación llena de gorros negros de cartón hechos a medida.

Carlos recorrió el patio por primera vez detrás de Rosa, y fue su querida Teresa quien le tomó la mano con dulzura y le llevó hasta las puertas de primaria, regalándole un buen puñado de saber y de sonrisas.

Marga se encargó con maestría y esfuerzo de la primera etapa de Iván en primaria, aunque a Carlos lo heredó de María José ya en segundo.

Lina pasó el testigo a Cristina en el tercero de Iván, que llegó a un cuarto curso donde una conciliadora Concha les hacía negociar los castigos entre un hello y un good bye.

Carlos anduvo su segundo ciclo bajo la paciente, optimista y sabia labor de Carmen Basalo.

Los dos últimos años de Iván en el colegio fue alentado por Conchita en los estudios con tanta firmeza como cariño.

Joaquín dice que sufrió a Carlos, aunque nosotros sabemos que es un modo de admitir su aprecio y sus desvelos por él.

Y este curso ha sido José Manuel el encargado de ampliar con serenidad los conocimientos y el sentido de la responsabilidad de Carlos.

Todos ellos fueron tutores de Iván o Carlos, o sus profes en alguna materia durante estos años, aunque faltan más nombres que también han derrochando dedicación, como María enseñándoles las primeras palabras de inglés, Nieves acercándoles la religión, Marisol abriéndoles el camino del conocimiento, y Manolo instruyéndoles con habilidad y gracia en los insondables misterios de las matemáticas.

Paloma, sonriente y cámara en ristre; Carmen, tan eficaz como amable; el señor director, a quien ya me permito llamar Manolo, que en todos estos años ha mantenido la puerta de su despacho siempre abierta en todos los sentidos, el literal y el de apoyarnos en cuanto fuese preciso. Y el señor Cruz, que aun siendo el último en esta lista, es el primero a quien cada mañana han visto nuestros hijos al entrar en el colegio. Tal vez por eso su nombre aparece en el segundo soneto.

Doce años juntos y doce millones de gracias por vuestra profesionalidad y humanidad, enteramente compatibles, porque en cada logro que alcancen nuestros hijos tenéis un pedacito de premio, pues no solo les habéis ofrecido conocimientos, sino también contribuido a su educación como personas, como buenas personas.



Aula 1, Iván

 

Cruzó la puerta Iván con breve paso,

arrastrando sus pies desde la esquina

y el perfil del colegio se adivina

bajo el intenso azul del cielo raso.

 

La fila ya se mueve, sin retraso,

hacia clase derecha se encamina

al ritmo de la risa y la llantina,

veloz como los soles de un ocaso.

 

Las manos aferrándose en hilera,

los ojos fascinados e indecisos,

las lágrimas en azorada espera.

 

Al ritmo de latidos insumisos

quedamos ya de puertas hacia fuera,

quienes a entrar no tenemos permiso.

 


Aula 2, Carlos

 

De la mano de una mañana hermosa,

pisó Carlos el patio, de inquilino,

formando en torno suyo un remolino,

luciendo una sonrisa generosa.

 

Navega ya esta hilera tan curiosa,

alegre expedición de peregrinos,

por popa empuja el viento del destino,

la proa rema rauda y animosa.

 

Tan rápido y fugaz como la luz,

irrumpen en el patio los mayores,

si no se aparta a tiempo el señor Cruz

 

le arrolla un escuadrón de gritadores,

ruidosos como un festejo andaluz,

inquietos cual rebaño sin pastores.






Juan , junio de 2012

3 comentarios:

  1. JUAN,SIN PALABRAS,DIME YA DE UNA VEZ ,CUANDO SALE TU LIBRO,LO COMPRO LA PRIMERA...MUAKIS...Y GRACIAS POR DARNOS ESTE ,TU ARTE...MUAKIS.ANA,BARROSO.

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  2. Respuestas
    1. Gracias bonita, es que tú has vivido esa época, los mismos actores, los mismos cursos, igual de implicada en todo, ¿a que sí? Un besazo.

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