"Con los pensamientos todo cuidado es poco, algunos se nos presentan con un aire de inocencia hipócrita y luego, pero ya demasiado tarde, manifiestan lo malvados que son." José Saramago

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miércoles, 2 de febrero de 2011

CONSEJOS TARDÍOS Y VANOS Y NO PEDIDOS # 1

Querido niño:

Feliz cumpleaños. Aunque no sabes quién soy, yo sí te conozco. Hace tiempo que no te veo, pero te recuerdo con nostalgia y con cariño.

Hoy cumples once años. Sé lo que piensas: “ya tengo años suficientes para formar un equipo de fútbol”. El tiempo va demasiado ligero y pronto tendrás años para los dos equipos, árbitros, banquillos y parte de la grada. Te habrás dado cuenta de que también conozco tus pensamientos, tus deseos y hasta tus miedos.

Y algo de tu futuro. Yo podría ayudarte a afrontar cada situación, decirte qué puerta abrir y cuál no, qué camino seguir y cuál evitar, a quién acercarte y de quién huir, qué decir y qué callar. ¡Qué callar!. Mejor sería explicarte qué no callar.

Seguro que ahora estás dudando a chorros, tienes un nudo en el estómago y si no temieses la reacción de tu padre le enseñarías esta carta. Desearías que esto fuera una broma de mal gusto, pero como no estás seguro de ello, esta noche dormirás con la cabeza tapada y ni todas las bombillas de la casa encendidas te darán valor para ir al baño o a la cocina en caso de necesidad. Es normal, se entrelazan tus miedos a la oscuridad y a lo desconocido. Ya te he dicho que los conozco todos: tu miedo al ridículo, al fracaso, a la soledad. Tu miedo al olvido.

Esos conocimientos parten de la sabiduría que dan las canas y los errores. No soy ningún mago, ni un duende, ni un espíritu (de eso puedes estar seguro), ni un vidente, ni nada por el estilo. Lo sé todo por el simple paso del tiempo, de tu tiempo, que se ha desacompasado con respecto al mío y eso me ha permitido alcanzarte ahora, a tus once años recién estrenados. Un “capricho de la burocracia cósmica”, como dicen (para ti, dirán) mis admirados fabricantes de instrumentos.
Olvida tus miedos, cada mañana debes brincar de la cama y pisar el planeta con firmeza, controlar tu imaginación y liberar tus sueños. Ya sabes a qué me refiero.


Se te viene encima una etapa de la vida llena de sobresaltos y de profundos cambios que no tendrás otro remedio que asumir y a los que deberás aferrarte, pues no son el final de un camino: son el comienzo de otro mucho más largo.

Haz algo tan sencillo y tan importante como atesorar recuerdos. No se trata de ir haciendo memoria y llenarte la cabeza de imágenes, datos, sensaciones o fechas, sino de tomar papel y lápiz e ir anotando todo lo que quieras recordar y todo lo que quieras olvidar. Sí, eso también, porque ahora, en este momento, hay cosas que harías desaparecer de tu vida, pero que en un tiempo van a ser fuente de aprendizaje que te evitará repetir errores. Anota, apunta, escribe, describe, siente que tus palabras son tuyas y de nadie más. La palabra, cuando es bien empleada, vale más que las pesetas.

Creo que voy demasiado deprisa y no quiero volverte loco. Me conformo con que no te asustes. Volveré a escribirte, no sé cuándo, pero lo haré.

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