Querido chaval:
Puedes irte acostumbrando a que, de cuando en cuando, te llegue una de estas cartas aderezada con algunos buenos consejos. Verás que los tildo de buenos. Es un lujo que puedo permitirme a mi edad.
En breve pensaba tratar contigo este asunto y parece que el destino, asomado tras su embozo, ha tenido la desfachatez de golpearme el alma con un martillazo el día que me toca hablarte de martillos. Eso, suponiendo que el destino tenga entidad propia y no sea más que un punto en el tiempo al que llegar sin que ni él ni nadie lo haya fijado de antemano. Resumiendo, que no sé si el destino nos lo dan o nos lo fabricamos, si viene de serie o si disponemos de un mapa en blanco para dibujar nuestro propio camino. Ya me lo contarás tú cuando crezcas.
Allá voy. ¿Sabes lo que es el duelo? Pues, además de un modo de resolver con violencia una disputa entre dos “caballeros” sin recurrir al contacto físico entre ellos, es el tiempo que discurre entre la muerte de un ser querido y el primer paso hacia delante sin su compañía. Ojo, esa es una definición particular, no sé lo que dice el diccionario ni lo que pensarán los demás.
A lo largo de la vida nos cruzamos con personas, muchas personas, cientos, puede que miles de personas. Cuando digo que nos cruzamos con ellas es que compartimos no sólo espacio, sino palabras, miradas, sonrisas, gustos, disgustos, intereses, deseos, el champú, tal vez sueños o un plato de lentejas, un abrazo, un apellido, una manta, un pupitre, un silencio, una estrella. Cada una de esas personas es única, literalmente irrepetible, y dispone de un espacio en nuestro corazón que le pertenece. Pero no son eternas, ni ellas ni su paso por nuestra vida, dejando en esos espacios un vacío que, cuanto mayor es, más difícil resulta llenar. Y en eso puedes pasarte el resto de tu vida.
El duelo es transitorio. La ausencia es eterna y el recuerdo es la medicina más sensata que conozco para tratarla. Es doloroso al principio, ten en cuenta que hay una herida abierta y el simple roce del aire es un puro sufrimiento. El recuerdo hace que quien ya no está a nuestro lado, se quede para siempre. El recuerdo sabe muy amargo al principio, y solo el transcurrir de los años nos permite librarnos de una parte de esa amargura, aunque sea entre lágrimas. En ese tiempo es fundamental contar con los abrazos de quienes están velando nuestros pasos por si caemos, como cuando comenzábamos a caminar.
A riesgo de ser pedante, toma otro consejo: QUIERE.
Querer tiene muchos significados, pero no te imaginas cuántos más beneficios. El querer que te recomiendo implica voluntad, ilusión, amor, es entregar tiempo, afecto, abrazos, ánimos, serenidad, confianza, cariño, sabiduría, besos, paciencia, moderación, alegría.
Querer es estar cerca a cientos de kilómetros; es ganar una tarde entera para reír; es templar el llanto de madrugada; es mirar a los ojos y ser capaz de comprender; es derribar el muro de la mentira; es buscar el viento en un parpadeo; es desempolvar la pereza; es abrir las manos aunque estén vacías; es llorar sin miedo. Es todo eso a la vez o por separado.
Cuando quieres a una persona estás tendiendo un camino hacia ella por donde transita el afecto en ambos sentidos. No seas rácano ni huraño o no estarás queriendo de verdad, pero sé cauto y no pretendas universalizar tu cariño.
Tus quereres cambiarán al mismo tiempo que tú, crecerán contigo y se aferrarán a nuevas personas, haciendo brotar raíces de las que nacerán otros cariños. Yo soy de los que piensan que los lazos del querer no se rompen nunca, resisten el tiempo, la distancia y el dolor. A veces, soportan hasta la traición. Pero esos lazos no pueden ser un torniquete en el corazón, no deben ser un nudo de exclusividad que te aleje del resto del mundo, que te impida disfrutar de otros muchos lazos, tantos como seas capaz, y créeme, llegará el día en que no puedas abarcarlos todos en un sólo abrazo.
Sí, creo que esos lazos no se rompen, aunque a veces los cubran oscuros lodos y a la misma memoria le cueste encontrarlos, pero siguen ahí. Puedes detestar a alguien a quien has querido, eso es completamente cierto, y quizá por eso el resentimiento es más agrio, por ese lazo escondido, pisoteado y hasta incomprensible, pero cuya existencia en ocasiones es utilizada como elemento de tortura, propio y ajeno.
Enlazando con el duelo, lo más duro, con diferencia, es cuando se detiene el corazón de quien sujeta el otro extremo del lazo. De esos casos sí que te puedo hablar con conocimiento de causa. La vida tiene la inevitable y mala costumbre de arrebatarnos a las personas, algo contra lo que no es posible luchar, por más dolor que nos provoque, por más injusto que nos parezca.
Quisiera decirte que la vida respetará a tu familia, a tus amigos, a quienes has aprendido y te has acostumbrado a querer. Lo siento, no puedo engañarte, sería fácil, pero injusto. Vas a comprenderlo en un tiempo, mucho o poco, da igual.
Así que aprovecha y quiere de verdad, sin miedo al rechazo y con fuerza, sin medida y con respeto, sin interés y con ilusión. Quiere porque quieres querer, nunca por imposición. Sé libre en el querer. Y, por supuesto, díselo al destinatario del cariño, di te quiero, escribe te quiero. Es ingratamente triste la ausencia de quien has querido, pero más triste debe ser una vida indolente, porque significa que tu alma ha naufragado en una isla, lejos de todo y de todos, fuera de los mapas del afecto.
Estoy yendo más allá de mi intención al empezar esta carta, tengo la sensación de haber sobrepasado el límite que me marqué al decidirme a escribirte. Entonces sólo pretendía darte consejos que te hiciesen pensar, abrir tu mente, generar un debate interior para evitarte guerras futuras entre tus sentimientos y tu voluntad, entre tus sueños y tu realidad. Ahora, sin embargo, me veo como un pájaro de mal agüero que conoce el futuro y sólo grazna lo malo, lo que duele, aquello que será motivo de llanto en tu vida.
A lo mejor debo dejar de escribirte, es posible que lo único que esté logrando sea atormentarte, pero antes de terminar, permíteme una última licencia: como te he dicho, los lazos del cariño no se desgarran ni con la peor de las jugarretas, es una teoría que hasta ahora la vida no me ha obligado a desmentir, pero si hay algo de lo que estoy completamente convencido hasta lo más profundo de mi alma, es de que cuando la persona que está al otro extremo de ese lazo te abandona, se va, deja este mundo para tu desolación, si cuidas con ternura su recuerdo, ese lazo se hace eterno y tan fuerte que te alzará en tus triunfos y levantará tu maltrecho ánimo cuando lo necesites.
Discúlpame, pero estoy deseando finalizar esta carta.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar