Al abrir el día su puerta
y encender su clara luz,
tras mi embozo,
veo la mirada resuelta,
alivio de mi inquietud,
en tus ojos.
Quiero acurrucar mi risa
en tus abrazos colmados
de cariño.
Eres amorosa brisa,
la placidez que he soñado
desde niño.
Quiero sentir tus latidos
para que mi alma baile
de tu mano,
aligerarte suspiros
y envolverte con el aire
de mi abrazo.
Quiero refugiar mis canas
y cobijar mi presente
en tus besos,
y respirar tus mañanas
muchos más años que veinte,
de amor preso.
Para tí, Montse, que ya has iluminado siete mil trescientas cinco de mis mañanas.
9 de febrero de 2010
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